domingo, 17 de noviembre de 2013

El sueño de la chica coprofágica

He tenido sueños extraños, pero este sí que fue demasiado. Más bien diría que esto se trata de una pesadilla, en donde el soñador, que a la vez es protagonista, es torturado no físicamente, ni mucho menos con un drama del corazón, sino que el terror es presentado en forma de un martillazo directo a la mente. Esta es una de las peores cosas que haya soñado alguna vez. Y bueno, comencemos con este épico sueño, o pesadilla, todo depende de quién lea esto.

Veíame yo en una casa lujosa, de esas con aspecto europeo, con sus balconcillos, ventanas amplias, techos inclinados, con una edad de, más o menos, dos o tres siglos. ¡Quién sabe! Soy malo en esto de calcular la edad de las cosas. Prosigo. Esa casa tenía un tapiz hermoso, rojizo, con algunos ornamentos en él, como plantas o algo así, bueno, enredaderas de color negro. La alfombra era color beige o khaki. Todo era hermoso. Había relojes antiguos y hermosos cuadros. Debo decir que esa casa lujosa no era muy grande, no en comparación con las residencias portentosas de la clase alta. La casa debía medir, a lo ancho, aproximadamente unos treinta metros, y de largo unos cuarenta o cincuenta metros. La casa tenía dos plantas. Yo estaba en la planta baja. Alrededor de la casa había césped, salvo en la parte que estaba enfrente de la puerta, pues ahí había piedra decorativa. En esa parte del pasto también había unas sillas blancas de madera, una fuente de piedra que combinaba perfecto con el lugar, además de varios artículos para el mantenimiento del lugar. Toda la propiedad estaba rodeada de una valla metálica, rodeada por enredaderas y otros arbustos.

Claro, nada de eso suena perturbador. Lo perturbardor era una chica hermosa, rubia, con ojos, quizás, de color cafés, o tal vez color miel, además de que ella era alta, no más que yo, sino a la misma altura. Ella estaba vestida con pantalones negros ajustados, una camisa roja de manga larga, de esas que tienen un diseño como de cuadritos, y llevaba unos lentes de esos grandes, con bordes gruesos, en color negro. Su peinado, sí, un fleco hacia un lado, algo así como emo, aunque no le tapaba los ojos. Sí, una chica espectacular, aunque con una terrible filia.

Ella me saludó ahí en la casa. Había otras personas por ahí, o eso me dio a entender el murmullo del lugar, que a la vez se mezclaba con hermosa música underground, tipo hardcore punk y screamo. Yo, parano ser un maleducado, la saludé. Platiqué con ella y todo, hasta parecería que yo le agradaba demasiado. En fin, decidimos abandonar la casa que ocupaba toda la cuadra, sí, aunque el tamaño de aquella pequeña mansión fuera miserable. Las calles eran muy oscuras. Sólo eran salvadas ciertas partes de ellas que eran iluminadas por tenues lucecillas. Casi no había autos en las calles. Ella y yo caminamos y cruzamos unas dos o tres calles, hasta que llegamos al lugar del terrible acontecimiento. Y no, no me condujo hacia la oscuridad para luego violarme, nada de eso, que en todo caso no hubiera sido tormento, sino placer mundado.

Llegamos a una casa cuya entrada principal daba directamente hacia un baño. Parecía el único cuarto. La puerta de ese recinto era de madera, enorme. Entramos. El piso tenía mosaicos. Las paredes eran blancas. Ahí había un lavabo, una tina y un enorme retrete. El retrete tenía un sifón enorme hacia el sistema hidráulico que conducía a otros lugares mágicos, bueno, no. Mi acompañante, esa hermosa chica interesante, sí, ella se metió al retrete y comenzó a lamer los residuos de heces fecales, del inodoro, mientras aguantaba la respiración. Y se quedó unos momentos ahí, lamiendo, mientras el aire se le terminaba, pero esto parecía producirle placer, sí, el estar apunto de ahogarse y seguir degustando ese jodido alimento infernal. Eso me causó un terror tremendo. Momentos después se salió de ahí como si nada. Yo con el pánico, ella con la tranquilidad de un monje budista.

Segundos después ella me preguntó que si yo quería tener relaciones sexuales. En los sueños uno, como hombre, no se niega (ajá, sí, usa ese argumento barato para justificar tus actos). Le dije que sí, y total, que me puse un preservativo, pero era extraño, porque era prácticamente una jodida envoltura o bolsa de pan, a la cual se conectaba un tubo de un extremo y creaba vacío, mediante la extracción del aire del envoltorio. A pesar de eso, no hubo nada guarro, pues el sueño terminó. Pero, ¿qué opinan ustedes de esto? Me jodió la mente.

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